lunes, 21 de septiembre de 2009

NEGRONI, la revancha

Un trago pulenta, capaz de hacer arrancar a un colectivo.
Viernes 18 de Septiembre, en un cumpleaños festejado en un bar de las cañitas me parece; nos reunimos toda la camada de mi colegio, o casi todos. Como siempre el cumplañero/a es rodeado en su fiesta por sus amigos, que además de ser amigos son sanguijuelas que quieren consumiciones gratis a toda costa; capaces de prostituirse a ellos mismos o a sus viejas por una buena birra.
Yo cuando llegué, estaba con tres amigos más de los cuáles a uno lo apodan "El Yeti" (presten mucha atención las acciones de este tipo) y al llegar nos tiramos ensima de la cumplañera, pero no para decirle feliz cumpleaños sino para pedirle consumiciones. El Yeti estaba como loco, había perdido la razón, cuando la organizadora de la fiesta se negó a darle la consumición en ese momento con el pretexto de dárselo más tarde, El Gorila Fernandez se puso como loco, su boca no solo se llenaba de malas palabras sino también de espuma como un perro rabioso. A la vez que subía de tono su voz y sus insultos, iba escupiendole la cara a la pobre cumplañera, y ella tuvo que entregarle la cartera entera.
Yo, como la situación me favorecía no hice nada al respecto. Al ver que mi amigo ya se había ganado sus consumiciones, le pedí que me de una porque tenía demasiadas; pero él al ver mi mano acercarse a sus tesoros me tiró un mordisco del cuál safe.
Después, tuve mis cartoncitos que conceden cerveza gratarola. Empezé con buenas pintas, una tras otra; las palabras se iban resbalando al igual que mis pies, todos se hacían más mimosos; con los que ya no hablabas hace años ahora eran mejores amigos; al que bardeaste toda la secundaria, primaria y jardín de infantes ahora le decías que siempre lo bancabas y que esas veces que lo dejabas mal parado con comentarios desubicados en clase eran todos comentarios de buena leche.
Mientras todo eso pasaba, yo me encontraba en la barra mirando la cartilla de tragos, pensativo como Chiche Helblum en "Memoria". Y de repente me acordé de la última vez que me dieron consumiciones gratis, de esa vez que termine comiendome el pavimiento, me acordé del... NEGRONI!
Ese trago que si lo tiras contra una pared de concreto la derrite, un trago con el cuál podés hacer un nuevo Chernobyl. Llené de aire mis pulmones y me lo pedí, el barman me miró desconcertado y me susurró al oído que el último que se había pedido el NEGRONI terminó en un bulo con Guido Suller disfrazado de bombero, y que nunca volvió a ser el mismo. No me importó lo que dijo, porque yo ya lo había probado, yo ya sabía lo que era enfrentarse a la vergüenza y al desastre. Lo pedí igual, y a pesar de que el barman trató de convencerme otra vez diciendo que esa bebida ya la había prohibido Scioli, ya que cuando perdió la mano en su accidente en lancha fue bajo los efectos del NEGRONI. Lo pedí igual no me importo, que venga el notero sucio del programa de Graña a hacerme preguntas boludas, que venga el cara de pescado de Documentos América a hacerme una cámara oculta, que venga Mitch y me tire la goma; yo el trago me lo mandaba igual.
Me lo sirvió, pero como turro que era me lo sirvió sin jugo de naranja o sino le puso dos gotas locas nada más cosa que ni se sentía. Me miró fijo y me dijo desafiante "tomátelo ahora si sos macho". A palabras necias oídos sordos, y me llevé mi trago. Todos me aconsejaban que no lo tome, que me iba a morir, que iba a perder la mitad de mi cerebro como Maradona, que ni el Burro Ortega se animaba a tomarlo, pero yo de a sorbos me lo iba bajando. Digo "sorbos" porque no podía darle tragos, era muy fuerte, te pegaba más duro que una trompada de Kimbo. Logré terminar el trago con mucho esfuerzo, las cosas se pusieron más espesas. Empezé a ver todo distinto, lo que era azúl ya no era más de ese color, ahora era verde, había duendes en la tarima, uno de ellos comiéndose a un amigo, un arco iris y un irlandés con un tarro lleno de oro, y de fondo estaba Yabrán en un sillón saludándome con un martini en la mano y un chumbo en la otra...
Cuando ya la noche se fue terminando, salimos los que quedábamos, y en la entrada del bar estaban unos de mis amigos puteando a un cana y a otro flaco cualquiera, todo se disipó y terminó con un buen taxi a casa...